domingo, 20 de mayo de 2012

TEMIENDO A LA OSCURIDAD

TEMIENDO LA OSCURIDAD


NUEVA ORLEANS, 2007

Nick Gautier estaba en casa.
Y estaba jodido. Cuando el taxi lo trasladó desde el aeropuerto a media mañana hasta su casa en la Calle Bourbon, y vio las cicatrices que todavía quedaban del Huracán Katrina, su sangre hirvió literalmente.
¿Cómo podía haber sucedido eso? Cerrando los ojos, intentó alejar de su mente las ventanas rotas y los carteles caídos. Los blancos camiones del FEMA. Pero esas imágenes fueron reemplazadas por las noticias que había visto mezcladas con las azoteas de los techos, de incendios, de desenfreno en las calles…
Nick no podía respirar. Nueva Orleáns era su hogar. Su piedra de toque. Esta ciudad le había dado la vida, era su sangre. Y en un solo latido de corazón, se había hecho pedazos. Devastada. Nunca en su vida había visto nada igual a esto.
Creciendo aquí, había pasado a través de numerosos huracanes durante años. No habían tenido dinero para evacuar en la peor de las tormentas así que él y su madre consiguieron entrar en su destartalado Yugo rojo y conducir hasta Hattiesburg. Mississippi, donde acamparían a las afueras de un atestado aparcamiento de una tienda de comestibles, comiendo unos malos sándwiches de jamón hechos con pan reseco y paquetes de mostaza, hasta que fuera seguro regresar. De alguna manera su madre siempre había hecho esos días divertidos y aventureros, incluso cuando estaban acorralados en el coche durante las advertencias de tornado.
Entonces habían vuelto a casa para ver algo similar a lo que él estaba viendo ahora, pero en unas pocas semanas todo había vuelto a la normalidad.
Iban a cumplirse dos años desde lo de los huracanes y todavía había negocios cerrados—negocios que habían estado allí durante años y, en algunos casos, siglos. Había áreas enteras de la ciudad que se veían como si el huracán hubiese soplado justamente a través de ellas.
La mayoría de sus amigos o estaban muertos o en una nueva localización. Personas que él conocía por décadas.
En un latido de corazón todo había cambiado.
Nick se rió con amargura ante la ironía. Él había cambiado más que ninguno. Ya no era humano, ni siquiera estaba seguro de lo que era.
La única cosa que lo mantenía era su furiosa necesidad de venganza sobre los únicos que culpaba por esta catástrofe.
Movió su mano para frotarse el cuello, entonces se congeló cuando sintió allí la marca del mordisco. Por tomar un intercambio de sangre, Stryker había hecho a Nick su agente. Si Nick obedecía al Señor de los Daimons, entonces Stryker le daría lo que necesitaba para destruir al hombre que había arruinado la vida de Nick… y su pueblo.
Acheron Parthenopaeus. Una vez, habían sido los mejores amigos. Hermanos al final. Entonces Nick había cometido el error de dormir con una mujer la cual no sabía que era la hija de Ash. Ash le dio la espalda por ello.
Eso podía entenderlo. Lo que los había hecho enemigos fue la noche en que la murió la madre de Nick y el que Ash lo hubiese permitido. Al contrario que los otros inmortales que habían hecho de Nueva Orleáns su hogar, Nick conocía los secretos que Ash acarreaba. Él no solo era el líder de los Dark Hunter, un guerrero inmortal que servía a la Diosa, Artemisa, y protegía a la humanidad de los vampíricos Daimons que se comían sus almas.
Ash era un dios. Tenía el poder de hacer todo lo que quisiera. Podía haber salvado a la madre de Nick o al menos haberla traído de la muerte de la manera en la que había salvado a Kyrian Hunter y a su esposa Amanda. Pero Ash no lo hizo. Le volvió la espalda a Nick y dejó que Cherise Gautier muriese.
Ash ni siquiera había salvado esta ciudad de la tormenta. Hasta la noche en que Nick había dormido con Simi, Ash había amado esa ciudad más que cualquier cosa. Ash no habría permitido que Nueva Orleáns sufriera.
Pero eso fue antes de que ellos se convirtiesen en enemigos. Ahora Ash le odiaba tanto que había tomado todo de Nick.
Todo.
—Encantadora casa.
Nick se detuvo cuando la voz del taxista interrumpió sus pensamientos. Él miró la mansión en la Calle Bourbon que había sido su hogar desde que había empezado a trabajar para Kyrian.
—Yeah—, dijo en voz baja. —La es.
O al menos lo había sido cuando había compartido ese lugar con su madre. Nick salió y pagó la carrera, después cogió su maleta del asiento. Cerrando de golpe la puerta, contempló su casa y formó un puño con su mano tan fuertemente apretado que sus dedos dolieron en protesta.
Había comprado esa casa como un regalo de cumpleaños a su madre cuando había tenido veinte años. Todavía podía oír su chillido de felicidad cuando le tendió la llave. Verla a ella de pie a su lado mientras le miraba con incredulidad.
— Feliz cumpleaños, Mamá.
—Oh, Nicky, ¿Qué has hecho ahora? No habrás matado a alguien, ¿Verdad?
Su pregunta lo había aterrado.
—¡Mamá!
Aún así, ella había sido implacable cuando le había mirado con sus entrecerrados ojos azules y las manos en la cadera.
—No estarás haciendo nada como repartir drogas, ¿verdad? Por que si lo estás haciendo, chico, te quiera o no, te golpearé hasta que estés morado.
Él bufó ante su advertencia.
—Mamá, tú me conoces mejor que eso. Nunca haría nada para avergonzarte delante de tus amigas de la iglesia.
—¿Entonces como has conseguido todo ese dinero, chere?¿Cómo eres capaz de comprar una casa de este aspecto a tu edad? Todavía eres un niño y yo no podría afrontar pagar dos ladrillos de este lugar.
—Te lo dije. Soy el asistente personal de un corredor de bolsa en Distrito Jardín. Puso la casa a mi nombre, pero técnicamente es suya. Me dejó alquilársela.— Eso había sido una mentira parcial. Por un lado, el haber sido el escudero de Kyrian cuando había sido Dark Hunter había significado que todas las propiedades de Kyrian eran de Nick—al menos en el papel. Esta casa, sin embargo, era de Nick. Su salario había sido suficiente para que pudiese comprar fácilmente tres casas como esa, pero su madre nunca habría creído que él pudiese hacer ese tipo de dinero sin infringir la ley.
—Corredor, hmmm. Eso me suena a uno de esos eufemismos para Traficante de drogas.
—Oh, Mamá, entremos y echa un vistazo a la biblioteca. Ya tengo tu silla allí para que puedas leer esas novelas que tanto adoras.
—Cariño, me estás echando a perder. Tú sabes que no necesito nada así de grande y exorbitado.
Yeah, pero siendo niño, la había oído llorar bastantes veces bien entrada la noche por que no podía darle nada mejor a él que su reducida y alquilada habitación—que el único trabajo que había podido encontrar era desnudarse.
—Mi bebé se merece algo mejor que esto.
 Mientras sus padres vivían en una encantadora casa en Kenner y tenían dinero a manos llenas. Pero ellos la habían repudiado en el momento en que se presentó en casa embarazada de él.
Su madre había sacrificado todo para mantener a su hijo—su dignidad y su futuro. Y aunque ella lloraba por la noche por no poder darle las cosas que pensaba que un niño debería tener, por el día, era la mejor de las madres que nadie habría esperado tener.
Desde el día en que había nacido, solo habían sido ellos dos en el mundo.
—Tú siempre has cuidado de mí, mamá. Es mi turno de cuidar de ti. Tengo una casa enorme por que un día voy a darte bastantes nietos con que llenarla.
Nick hizo una mueca de dolor cuando juró haber oído su risa en el viento antes de que ella entrase en la casa para inspeccionarla.
Y cuando estuvo allí, la lluvia cayendo sobre él, empapándolo hasta los huesos. Había encontrado a su madre muerta en esa silla en la biblioteca…
Un implacable dolor y desgarradora pena pasaron a través de él con garras hechas de acero.
Ellos destrozaron cada parte de él.
¿Cómo podía ella haberse ido y por un hecho tan macabro? Su garganta había sido desgarrada y su cuerpo drenado de sangre. Ella era todo lo que él había tenido.
—Yo puedo darte tu venganza.
Eso era lo que Stryker le había prometido. El Señor de los Daimons le había dicho que si le daba información contra Acheron y los otros Dark-Hunters y los Escuderos quienes les servían, entonces Stryker le daría el poder que necesitaba para asesinar a Ash.
Y eso era todo lo que Nick quería.
Entonces oyó la voz de Ash en su cabeza.
—Sabes, Nick. Te envidio por tu madre. Ella es un infierno de mujer. No hay nada que yo no hiciese por ella.
—¿Por qué la dejaste morir, Ash?— Gruñó en voz baja. —¡Dios te maldiga!—Pero en su corazón, sabía quien era realmente culpable por todo esto y que lo hería incluso más. Si solo hubiese sido un mejor hijo. Un mejor amigo. Nada de esto hubiese sucedido.
Había sido el único que había firmado en ese mundo donde el peligro era una parte intrínseca. Si le hubiese dicho a su madre la verdad, entonces ella no habría ido esa noche a casa con un Daimon. Ella estaría a salvo. Fue asesinada por culpa suya y la verdad de eso lo hería en lo más profundo de su ser.
Incapaz de permanecer allí, se forzó a si mismo a caminar hacia el teclado numérico sobre la puerta y presionar el código. Medio esperaba que no funcionara, pero lo hizo.
Pasó por la petunias que su madre había plantado en la larga maceta cercana a la puerta de atrás y la movió de modo que pudiese coger la llave de repuesto.
Todo estaba justo como estaba cuando  había sido humano… Solo que ahora todo era diferente. Con el estómago encogido, abrió la puerta y entró en la casa.
Su amigo Kyl le había dicho que había habido algunos daños en el lugar durante el Katrina, pero que la casa había sido restaurada. Nick tenía que darle la razón, estaba impecable. Nada, a excepción de la ausencia de su madre, estaba fuera de lugar.
—¡Oh, Nicky, mira! Este es uno de esos depósitos de basura. Nunca pensé que tendría algo tan fascinante y mira esos azulejos sobre la pared. ¿Es mármol italiano?
El miró a la derecha dónde estaban los tradicionales azulejos italianos cocidos al horno.
—Solo lo mejor para ti, mamá.
—Oh,  me consientes, cariño. Eres la única cosa buena que he hecho en mi vida. No sé por que  Dios fue tan bueno conmigo para que Él te bajase del cielo para mí. Me alegro de que lo hiciera.
Pero Nick Gautier no estaba sentado en el cielo. Al igual que el peor bastardo que lo había engendrado y después huido, había nacido en el infierno.
Dejó su maleta en el suelo junto a la puerta y puso la llave sobre el alfeizar. La última vez que había estado allí, había llamado a gritos a su madre. Gritando su nombre mientras corría a través de la casa, intentando localizarla.
La había encontrado escaleras arriba.
En contra de su voluntad, sus pies lo llevaron directamente al lugar. Se detuvo en el umbral de la puerta, contemplando la silla favorita de su madre. En su mente, todavía podía ver su cuerpo sin vida allí. Pero en la realidad… no había rastro de su muerte…
O de la suya propia. Justo antes, donde él estaba ahora, había llamado a la Diosa Griega Artemisa para que lo convirtiera en un Dark Hunter. Cuando se negó y le dijo que primero tendría que estar muerto, se voló la tapa de los sesos delante de ella.
Temiendo cómo Acheron reaccionaría ante su muerte, Artemisa lo había hecho inmortal y lo había marcado con la señal del arco y la flecha sobre la cara, pero no era uno de sus soldados los cuales protegían a la humanidad. Tenía poderes más increíbles que los otros. Podía caminar a la luz del día.
Y ahora que compartía los poderes con Stryker…
Nick se estremeció cuando vio la botella medio vacía de Coca Cola sobre la mesa de al lado. Su madre nunca había tomado regularmente Coca Cola, solo light, y él nunca se había atrevido a dejar una bebida en su secreto santuario.
Alguien había estado en la casa, y puesto que había un periódico de hoy abierto, juraría que alguien se había trasladado y ocupado la casa.
Su casa.
La furia manó a través de él. ¿Quién se atrevía?
Deseando sangre, irrumpió a través de las habitaciones, pero encontró cada una de ellas vacías sin que hubiera signos de que alguien se atreviese a entrar allí.
—Bien— gruñó él —Me las veré contigo después.
Primero quería visitar a su madre. Hizo una mueca de dolor ante ese pensamiento. No había estado en el cementerio desde que su desvalorado padre había muerto. Incluso aunque había pasado por el cementerio de St. Louis cada día, este simplemente no había sido un lugar dónde hubiese pasado mucho tiempo. Este le recordaba a su padre y la pandilla con la que estuvo una vez. Una pandilla que solía robar a turistas quienes se atrevían a entrar solos en el cementerio.
Pero iría ahora a visitar a su madre. No había estado allí para el funeral. Lo menos que podía hacer ahora por ella era hacerle saber que todavía la extrañaba.
Con el corazón latiéndole apresuradamente, caminó los pocos bloques que separaban su casa desde la Calle Basin  y traspasó la entrada de piedra del Cementerio de St. Louise. Las lluvias ya se habían movido sobre ellos como solían hacer en Nueva Orleáns. Ahora estaba seco y hacía calor.
Puesto que era de mañana, las labradas puertas de hierro estaban abiertas y aseguradas atrás. Como Daimon y Dark-Hunter, Nick no debería haber podido permitirse caminar a la luz del día, pero un poder más elevado lo había librado de esa maldición. Al igual que Ash, él podía caminar a la luz del día, y al contrario que otros Dark-Hunters, podía caminar por el cementerio y no ser poseído por las vagabundas almas que estaban atrapadas allí.
Sin detenerse, caminó hacia el mausoleo de la Familia Gautier. Cuando pasó rozando las tumbas que habían causado que los Cementerios de Nueva Orleáns fuesen llamados las ciudades de los muertos, notó como muchas de ellas todavía arrastraban trazos de los daños del huracán. Incluso la tumba de Marie Laveau no estaba tan colorida como había estado antes.
Muchas de las tumbas habían perdido nombres y piedras.
El temor se arrastró dentro de él mientras esperaba encontrar el lugar donde descansaban los restos de su madre. Pero cuando giró la esquina hacia la tumba de su madre, se congeló.
Menyara Chartier, una menuda, frágil  mujer áfrico americana estaba sentada todavía en frente de la tumba, hablando en un susurro a su madre mientras arreglaba los ramos de lirios blancos. La alta sacerdotisa Budú se detuvo a media-frase y volvió su cabeza como si supiese quien estaba allí.
—Ni…— Se estremeció, conteniéndose de decir el resto de su nombre.
—Tía Mennie.— Dijo Nick, cogiendo su voz cuando acortó la distancia entre ambos. Ella había sido la arrendataria de la habitación próxima a su habitación donde él había crecido y  había sido la mujer que se había ocupado de él desde que su madre no había sido capaz de afrontar una estancia en el hospital. Menyara había sido la cosa más cercana a familia que él y Cherise habían conocido.
—Todavía estás aquí.
Ella se puso lentamente en pie. Con su metro veintitrés, no debería haber sido capaz de intimidar a nadie de más de cinco años y aún así había algo tan poderoso en ella que siempre lo había calmado. Sin pensarlo la atrajo a sus brazos y la mantuvo cerca.
—Sabía que regresarías.— suspiró ella antes de besarlo en la mejilla. —Tu madre, ella me dijo que mirara por ti.
Para cualquier persona, ese comentario quizás hubiese parecido extraño. Pero Menyara era una dotada clarividente. Sabía cosas que nadie más sabía.
—No asesiné a mi madre.— Dijo él cuando la separó de él otra vez. Ese era el malicioso rumor que había estado circulando.
Ella palmeó su brazo.
—Lo sé, Ambrosius. Lo sé.— Ella se volvió para indicar la tumba. —Cada día he venido por ti para hacerle saber a Cherise que no estaba sola.
Él bajó la mirada a los centros de flores que estaban arreglados alrededor de la tumba y vio un pequeño grupo de rosas negras estaban floreciendo en una minúscula parcela de tierra.
—¿Le traes flores?
—No. Solo arreglo aquellas que mandó el hombre de cabello negro.
Nick frunció el ceño.
—¿Hombre de cabello negro?
—Tu amigo, Acheron. Siempre que está en el pueblo, viene y la visita también. Y cada día sin fallar le envía flores para que tu madre las vea.
    Su sangre corrió fría.
—No es mi amigo, Menyara.
—Tú puedes no ser su amigo, Ambrosius, pero él es el tuyo.
Sí, claro. Los amigos no se jodían el uno al otro de la manera que Nick había sido jodido por Ash.
—No sabes de él. De lo que es capaz de hacer.
Ella sacudió su cabeza ante él.
—Ah, pero lo sé. Incluso mejor que tú, creo. Yo sé exactamente quien y que es él. Sé exactamente lo que puede hacer. Y para ser más exactos sé lo que no puede hacer. O lo que se atreve a no hacer.— Sus rasgos se suavizaron cuando le tocó el tatuaje, pero no dijo nada acerca de ello. —Toda tu vida, he estado cuidándote. Tu mamá siempre decía que reaccionabas sin pensar. Que sentías con demasiada profundidad. Que te lamentabas también demasiado. Pero un día, Ambrosius, verás que tú y tu amigo no sois tan diferentes. Que hay mucho de ti dentro de él.
—No sabes de lo que estás hablando. Yo no les doy la espalda a mis amigos y malditamente seguro que no los lastimo.

Ella indicó las flores con un movimiento de la mano.
—Él no huyó. Estuvo aquí cuando el demonio desató su cólera sobre nosotros. Acheron salvó mi vida y la de muchos otros. Nos compró comida cuando no teníamos nada que llevarnos a la boca e impidió que vuestra casa fuese incendiada. No le juzgues por un solo mal acto cuando ha hecho tantos buenos.
Nick no quería perdonar a Ash. No después de todo lo que había sucedido, pero a pesar de su rabia, sintió como su corazón se suavizaba ante el conocimiento de que Ash había estado allí—que no había abandonado la ciudad.
—¿Por qué me estás llamando Ambrosius?
—Por que eso es lo que eres ahora. Inmortal— Ella acarició la marca del mordisco sobre su cuello. —Mi Nicky se ha ido. Enterrado por emociones tan grandes como profundo es el océano. ¿Puedes decirme si mi chico volverá a casa de nuevo?
Nick quería maldecirla. Qería gritar, pero en el fondo se sentía igual que un niño perdido quien solo anhelaba el contacto de su madre. Un profundo sollozo se escapó, y antes de que pudiera detenerlo, hizo lo que no había hecho desde la noche en que había encontrado a su madre muerta.
Lloró. Todo lo que quería era que el implacable dolor de su interior cesase. Quería tiempo para volver a lo que había sido cuando su madre había estado viva y Ash había sido su amigo.
¿Pero como podía? Había cambiado tanto…
Menyara lo atrajo a sus brazos y lo mantuvo cerca. Ella no habló. Pero su contacto lo calmaba incluso más de lo que pudiesen hacerlo las palabras.
Ella presionó sus labios en la coronilla de su cabeza y le dio un ligero beso.
—Eres un buen chico, Ambrosius. Cherise todavía cree en ti y yo también. Ella te dice que dejes ir tu rabia. Se feliz otra vez.
Élla separó con una maldición ante sus palabras que le recordaban a algunas cosas que su madre solía decir.
—¿Cómo puedo dejar que todo se vaya mientras mi madre está muerta?
—¿Cómo puedes no hacerlo?— Insistió ella. — Ese fue el momento de tu madre de dejar este mundo. Ella es feliz ahora que puede observarte y…
—No me digas eso—, dijo él entre apretados dientes. —Odio cuando las personas dicen esa mierda. Ella no es feliz. ¿Cómo podría serlo?
Menyara sacudió la cabeza.
—Entonces vete de este lugar y no corrompas su paz con tu odio. Eso no pertenece aquí. Tu madre merece algo mejor que eso de ti.
Abrió su boca para hablar.
—No quiero oír eso ni nada de lo que hicieses a tu pobre madre, Dios proteja su alma. Márchate y sal de aquí. No vuelvas hasta que recuperes el sentido común y pienses en algún otro más que en ti mismo. ¿Me has oído?
Nick entrecerró los ojos. Habría discutido con ella, pero la conocía lo suficiente. No había quien hablase con Menyara cuando estaba de ese humor.
Disgustado con todo aquello, se volvió y se alejó sin ningún destino real en mente. Simplemente se escabulló hacia Conti. Las calles eran misteriosamente familiares y al mismo tiempo estaban tan vacías. En esta época del año, debería de haber habido toneladas de turistas. Comerciantes regando los balcones y las calles.
En vez de eso había barriles anaranjados y locales de construcción rodeándolos. El sonido de los martillos perforadores había reemplazado el Jazz matutino y los silbantes cuernos. El dolor se infiltraba por cada partícula de su cuerpo…
Hasta que se cruzó con el Acme Oyster House en Iberville. Dios, ¿Cuántas veces había comido él allí? ¿Cuántas risas y cervezas habían compartido con su madre y sus amigos?
Este parecía el mismo, solo más nuevo por la reconstrucción. Se detuvo al lado de la ventana, observando a los camareros tomar nota y a la gente charlar, hasta que su mirada calló sobre la mesa cercana a la parte de atrás.
Su corazón dejó de latir. Ese era Kyrian Hunter y su esposa con su hija Marissa y un bebé que Nick jamás había visto antes. Estaban riendo y charlando con otras personas que Nick había llamado amigos, Vane y Bride, Julian y Grace. Pero lo que lo aturdió completamente fue el hecho de que estuvieran a la mesa con Valerius y Tabitha. Desde que Tabitha era la hermana gemela de Amanda, eso no era sorprendente.
Valerius era el que lo había dejado atónito.
Un mortal enemigo de Kyrian y Julian, la familia de Valerius había engañado y asesinado a Kyrian–- entonces destruyeron las personas y el país por los que los dos habían luchado y muerto por proteger. Durante siglos, se habían profesado un amargo odio el uno por el otro.
Y ahora Kyrian estaba tendiendo su hijo al hombre que una vez había jurado decapitar…
¿Cómo había sucedido eso?
—¿Nick?
Se sobresaltó ante el suave susurro que oyó detrás de él. Era la media hermana de Stryker, Satara. Alta y deslumbrante, era el epítome de la belleza y la gracia femenina.
El se apartó de modo que los otros no pudieran verlo en la calle.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Sentí una extraña sensación viniendo de ti y quería ver que la había causado.
Odiaba que compartir sangre con ella le permitiese sentir sus emociones. Era irritante tener a alguien que lo leyese.
—Nada. Vete a casa, Satara.
 Ella inclinó su cabeza como si llegase a ver a Kyrian y a los otros dentro.
—Es interesante, ¿no? Por qué Acheron los trajo a ellos de regreso a la vida después de que hubiesen muerto, pero se negó a hacer lo mismo por tu amada madre. Me pregunto por que los escogió a ellos por encima de ella.
—No necesito que empujes esa puerta.
—Cierto. Estoy segura que esa está todavía cruda.
Ella no tenía idea.
—Pero,— dijo ella, acercándose lo suficiente para susurrarle al oído. —¿Por qué deberían de estar ellos aquí, viviendo felizmente mientras tu madre está muerta?
—No empieces conmigo, Satara. El hombre y su familia son todo lo que he dejado.
Ella inclinó la cabeza
—¿Los son? ¿Qué crees que dirán cuando descubran que eres un Daimon Dark-Hunter? ¿Que a través de ti Stryker puede ver y oír todo lo que hacen?
El empezó a apartarse de ella, pero ella tiró de él para detenerlo. Sus largos colmillos mordieron su antebrazo.
—La Vieja Puta Voodoo te dijo que Acheron ayudó aquí en Nueva Orleáns después de los huracanes, ¿Pero te dijo quien era su madre?
Nick se quedó congelado ante sus palabras.
—¿Ash tiene una madre? ¿Viva?
Ella sonrió.
—Ooo, otro secreto que te ocultó, ¿huh? Y eso siendo los mejores amigos. Hace que te preguntes que otras cosas no sabes, ¿verdad?
Sí, lo hacía. Él arrebató su brazo de su agarre.
—¿Quién es su madre?
—La Diosa Atlante Apollymi. Pero ella es más conocida en el mundo de los inmortales como “La Gran Destructora”.
—¿Destructora?
—Sí. Por ninguna otra razón que la de no gustarle un día el peinado, ella ha lanzado implacables tormentas contra las civilizaciones durante siglos, y estuvo realmente enfadada esa noche cuando Desiderius estragó la jugada aquí en Nueva Orleáns.
Nick no podía respirar cuando recordó esa noche. Desiderius había sido el agente de Stryker, y había sido el único que había asesinado a su madre.
Ella se inclinó sobre él para susurrarle otra vez,
—También la madre de mi hermano Stryker. Tú ya lo conoces. Líder de los Spathi Daimons. ¿Quién piensas que lleva la correa de mi hermano? ¿Quién crees que controla el Ejército de Stryker?
Nick sintió que la rabia se inflamaba dentro de él ante todas las verdades que Ash le había ocultado a él y a los otros.
—¿La madre de Ash es la Líder de los Daimons?
—Sí, la es. Ahora sabes por que Ash guarda tantos secretos. ¿Cómo ves todo esto sabiendo que su bienamada es la única que controla tus enemigos? Eso es por lo que no os había dicho nada acerca de los Spathi Daimons como tampoco de Desiderius. Por qué Ash permanece siempre al margen de tales conflictos. Él no es el gran mal. Lo es su madre. Afrontémoslo. Ash os ha estado mintiendo a todos desde el principio. Artemisa no le controla. Él la controla a ella. Ella vive completamente aterrorizada de él.
Nick recordó la noche que se mató delante de Artemisa. Satara tenía razón. La diosa había estado aterrorizada de Acheron y de la reacción ante la muerte de Nick. Eso solo había causado que lo devolviese a la vida. Incluso contra las reglas.
Aún así no podía quitarse las palabras de Menyara de la mente.
—Menyara jamás se ha equivocado con alguien.
—Menyara nunca ha conocido a un dios que pudiera alterar los pensamientos y las percepciones de alguien. Piensa en ello, Nick. ¿Cuantas veces los Were-Hunter han trampeado la mente de alguien para que olviden que han visto algo fuera de lo normal?
Más veces de las que podía contar.
—Pero Ash siempre se ha refrenado de hacer eso.
—Eso es lo que él dice. Con todo, ¿Cuántas veces las personas predican una cosa, y después hacen otra?
Otra vez, ella tenía razón.
Ella se inclinó contra él y frotó su bíceps.
—Estás bendecido con la verdad. Nada en el mundo de los Dark-Hunter es lo que parece. Acheron ha engañado a todo el mundo… pero tú. La pregunta es, ¿Vas a dejar que continúe hiriendo a las personas para su madre o vas a detenerle? ¿Cuántas más personas deben morir por que Acheron es un cruel sádico bastardo? Es él o nosotros, Nick. ¿En cual lado estás?
En el suyo propio. Al infierno el resto de ellos. Pero ella no quería que supiese eso. No todavía, de todas formas.
Ella jugó con su pelo.
—Stryker te ha dado los medios para vengarte. La pregunta es, ¿Eres lo bastante hombre para tomarla?
Él curvó sus labios ante ella.
—No soy un hombre, Satara. Soy un inmortal con los poderes de un Dios.
Ella inclinó su cabeza ante él.
—Mientras no olvides eso, Acheron es tuyo.
Nick volvió a mirar al restaurante y la verdad le perforó con dureza. Él habría sacrificado alegremente a Kyrian y a su familia para tener a su madre de vuelta. La amistad era una cosa. La familia otra. Aunque Kyrian había sido como un hermano para él, no era su sangre. Nick había vendido su alma por venganza y él todavía la quería.
—Se leal a nosotros, Nick, y podemos darte lo que más quieres.
 Nick bufó ante ella.
—Tú no sabes que es lo que quiero.
—Sí, lo sé. Quieres vengarte y quieres que tu madre regrese.
—Puedo obtener mi propia venganza.
—Cierto, y nosotros podemos devolverte a tu madre.
¿Qué diablos estaba diciendo ella ahora? La zorra estaba loca.
—No seas estúpida, mi madre está muerta. No hay manera de que vuelva.
—¿De veras? Tú estás aquí  y aún así estuviste muerto una vez.— Ella chasqueó sus dedos. Un instante después, un alto hombre de pelo negro apareció al lado de ellos.  Con un metro noventa y dos, Nick no era de los que tenía que levantar la cabeza para mirar a un hombre, pero con este lo hizo. Y por los luminosos ojos azules, Nick sabía exactamente quien y que era este hombre.
Un Dream-Hunter.
Dioses del sueño, ellos fueron enviados desde el Olimpo para ayudar y proteger a los soñadores. Y a través de un pacto con Acheron, estaban prestando ayuda a los Dark Hunters. Para ayudarles a sanar, especialmente cuando estaban dormidos, de modo que pudieran seguir protegiendo a la humanidad de los demonios que los cazaban.
Este no era el primer Dream-Hunter que se aproximaba a él. Había enviado a M´Adoc a paseo tan pronto el dios le había ofrecido ayudar a Nick a olvidar el dolor por la muerte de su madre. Él no había querido olvidar a su madre o que había sucedido.
Nick alzó su barbilla hacia el recién llegado.
—Yo no necesito su ayuda.
—Por supuesto que no, Nicky. Pero Katros puede hacer la única cosa que Acheron no puede hacer.
—¿Y eso es?
—Traer un alma de su descanso eterno y devolverla al mundo de los vivos.
Nick no era tan estúpido como para comprar lo que ella le estaba vendiendo.
—¿A qué precio?
—Un acto de lealtad hacia nosotros. Traes a la niña de Kyrian, Marissa a Kalosis, y nosotros devolvemos a tu madre a este mundo.
Todavía él estaba escéptico.
—No puedes hacer eso.
Satara le dio una satisfecha sonrisa.
—Katros, una demostración, por favor.
Antes de que Nick pudiera moverse el Dream-Hunter lo tocó. Su contacto incendió la piel de Nick, haciendo que esta ardiera  y se extendiese cuando las imágenes pasaron a través de él. Él vio a su madre en un jardín rodeado por rosas, su pelo rubio cayéndole por la espalda brillaba a la luz mientras sonreía hacia un grupo de niños los cuales estaban jugando a su alrededor.
Una lágrima se deslizó por su mejilla cuando vio su cara otra vez.
—Mamá. —susurró él.
    Ella inclinó la cabeza como si lo hubiese oído.
—Mi Nicky— Suspiró ella.  — Te extraño.   
—Puedo llevarte al Inframundo— le dijo el Dream-Hunter —pero no será fácil. Soltó a Nick y la imagen de su madre instantáneamente se desapareció.
Nick luchó por respirar.
—¿Cómo sé que puedo confiar en ti?
—No tengo emociones. Hago lo que me ordenan. La traición es para aquellos que tienen algo que ganar.
Eso era verdad, los Dream-Hunters habían sido maldecidos por Zeus a no sentir nada.
Satara le sonrió.
—Es demasiado pronto, Nick, lo sé. Ve a casa ahora y descansa. Cuando estés listo para que tu madre regrese, tráenos a Marissa.
Nick asintió antes de volverse y hacer lo que ella decía.
Satara entrecerró los ojos cuando Nick se desvaneció de la vista. Estaba siendo bastante problemático, pero todavía podían controlarlo. Necesitaba la sangre de ellos para vivir y durante el tiempo que lo tuviesen atado a ello, no había nada que pudiese hacer para escapar.
Al menos nada que no implicase que comenzase a pedir ayuda a Acheron y esa era la última cosa que Nick haría.
—¿Realmente quieres que traiga a su madre del Inframundo?— preguntó Katros—Eso requiere una masiva cantidad de cooperación por parte de Hades.
Ella bufó ante él.
—Por supuesto que no. Obtendremos a Marissa y él y su madre se pueden tostar en el infierno por lo que a mi me importa. Pero tú eres otra cuestión. Te quiero en sus sueños, cada noche, trabajando en él. Tiene bastante rabia como para alimentarte bien, mi Skotos. Utiliza esa rabia. Trabaja en ella hasta que esté dispuesto a hacer cualquier cosa para liberar a su madre y asesinar a Acheron.
Ella vio la vacilación en los ojos de Katros.
Ella curvó sus labios.
—Oh, no me digas que tú vas a ser también un inútil. Estoy inclinada a asesinar a todos los hombres débiles e inservibles que me rodean.
Él la agarró y la empujó contra la pared.
—Yo no soy un inútil, Satara. Harías bien en recordar eso.
Ella chasqueó la lengua.
—Para un dios sin emociones, pareces bastante irritable.
Él la liberó.
—Yo me estoy desviando de ti y tu odio. Incluso en este reino, es acre.
—Deja mi odio en paz. No quiero que disminuya. Recuerda, Dream-Hunter, yo también soy un dios. Jode conmigo y atraeré la cólera de Zeus sobre ti.
—Tú solo eres un semidiós, un sirviente ante ellos.
—Pero el querido viejo abuelo Zeus tendrá una audiencia conmigo y entonces tomará tu cabeza, ¿Quieres apostar?
Él retrocedió un paso y le dedicó una mirada que le hizo saber que en el futuro debería estar en guardia mientras dormía.
—Solo haz tu parte, Katros, y yo haré la mía. Los  Oneroi no monitorizan los sueños de los Daimons. Ayúdame a mantener a Nick en contra de Acheron y te daré un patio de juegos inimaginable para tus hermanos.
Katros tragó ante su promesa. Tres semanas atrás había sido uno de los Oneroi. Un sirviente de los Dioses que protegían a los humanos y a los Inmortales mientras dormían. Entonces Satara lo había convocado en sus sueños y lo había vuelto Skoti. Ella lo había seducido con su cuerpo y había hecho que anhelase las emociones igual que una droga. Ahora él no podía soportar el vacío de su existencia. Solo quería sentir y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para mantener sus recién encontradas emociones.
Ella tenía razón. Los de su tipo no habían hecho presa de los Daimons y si ellos eran la mitad de tentadores como lo era ella, entonces tendría un banquete en la punta de sus dedos.
Y todo lo que tenía que hacer era alimentarse de la rabia y pena de un Dark-Hunter. Simple.
—Es un trato, Satara. Tú me das lo que necesito y yo te daré lo que quieres.
Ella sonrió. Lo que ella quería era simple. La lealtad de Nick Gautier y la bebé Marissa. Con esas dos cosas, podría echar abajo los Panteones Griego y Atlante.
Entonces sería una diosa y haría que Apollymi pareciese débil.
Y Nick, Acheron y Katros serían sus eternos esclavos.












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